sábado, 29 de octubre de 2011
¡Maní , maní!
Hay 7 cosas que a mí me encantan:
-Las mujeres bellas.
-El mundo de la medicina.
-La salsa.
-El beisbol.
-Mi país, Colombia.
-El chocolate.
Y la séptima: ¡el maní!
No puedo evitarlo. Cuando tengo plata y paso por un supermercado , mi mano pone la mano en el bolsillo automáticamente. Abro el paquete ansioso, lo abro como si fuera una botella de Coca-Cola en medio de un desierto. El resto usted ya sabe: los pongo en mi boca y me aseguro de no tener que compartirlos con nadie.
Cuando hago el mercado con mi mamá, me acuerdo primero del maní que del arroz y la leche. Se me parte el alma cuando me dice que no me puede comprar maní.
Sin maní, mi vida no tiene sentido: soy como Messi sin meterla en 4 días; me desespero; parezco un camello en Alaska. Soy como una brasilera sin samba si no como maní en mucho tiempo.
El maní (Arachis hipogaea) es una planta familia de las leguminosas, es algo así como primo de los fríjoles.
Se cultivan desde hace 7000 años. Los españoles lo descubrieron alrededor del imperio Inca.
Solo una vez al año se puede sembrar y recoger maní: finales de primavera y finales del otoño.
PROPIEDADES:
1. Arma contra la hipercolesterolemia. Gracias a su aporte de omega 3, vitamina E y ácidos grasos estimulan la producción de HDL
2. Antioxidantes: vital para la prevención del cáncer (debe ser que participa en los check-points de la regulación del ciclo celular).
Y usted, ¿ya compró su maní?
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Próximo blog: un golazo a la cama.
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